02 -12-2000 - Pieza del mes de octubre 2002
Atril namban
Anónimo japonés
Finales del s. XVI (Período Momoyama)
Madera lacada, madreperla incrustada y latón / 3 x 31, 5 x 50 cm
Iglesia de Santiago el Real (Antiguo Convento de San Pedro y San Pablo de Jesuitas)
Atril namban
Anónimo japonés
Finales del s. XVI (Período Momoyama)
Madera lacada, madreperla incrustada y latón / 3 x 31, 5 x 50 cm
Convento de Santa María Magdalena (MM. Agustinas)
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Atril namban
Anónimo japonés
Finales del s. XVI (Período Momoyama)
Madera lacada, madreperla incrustada y latón / 3 x 31, 5 x 50 cm
Iglesia de Santiago el Real (Antiguo Convento de San Pedro y San Pablo de Jesuitas) |
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Atril namban
Anónimo japonés
Finales del s. XVI (Período Momoyama)
Madera lacada, madreperla incrustada y latón / 3 x 31, 5 x 50 cm
Convento de Santa María Magdalena (MM. Agustinas) |
La Fundación Museo de las Ferias presenta como "Pieza del Mes" de octubre una pareja de atriles de arte namban con los que se quiere recordar el comercio habido entre la Península y el más lejano Oriente, en este caso el Japón. Se trata de dos atriles de altar, plegables en forma de tijera, compuestos por dos piezas ensambladas de madera. Ambos proceden de dos comunidades religiosas con conexiones misioneras orientales y japonesas: el antiguo convento de San Pedro y San Pablo de jesuitas (actual parroquia de Santiago el Real) y el convento de Santa María Magdalena de madres agustinas. En el primero aparece el "IHS", anagrama de la Compañía, mientras que el segundo sólo contiene decoración floral.
De indudable procedencia japonesa, se decoran con laca e incrustaciones de madreperlas y aplicaciones de latón. La laca procedente de China, con más de 3.000 años de antigüedad, consiste en una resina del tronco del árbol "rhus vernicifera", que al contacto con el aire se endurece. Inicialmente se utilizó como protector de la madera, pero evolucionó con los diversos colorantes naturales hacia una técnica de decoración. En Japón recibe el nombre de "maki-e" y cuando posee incrustaciones de madreperla, como en estos ejemplares, se denomina "maki-e-raden".
La técnica del lacado es compleja, lenta y delicada y tan apreciada o más que el metal. A partir del soporte escogido (madera, cartón, carey,...), perfectamente terminado, se le aplican sucesivas capas. La media es de treinta, pudiendo llegar hasta las doscientas. Cada capa hay que dejarla secar en un lugar seco y sin polvo, posteriormente se le pule fuertemente y se le vuelve a dar otra capa. La decoración se realiza en la zona intermedia, para terminar con varias capas finales que servirán de protección.
Este tipo de obras corresponden al denominado arte namban. La palabra "namban" significaba "los bárbaros del sur: los europeos". Técnicamente se liga al arte procedente de los contactos comerciales entre Japón y Europa, sobre todo con Portugal, en la segunda mitad del s. XVI y principios del XVII. En realidad es la aplicación de las técnicas artísticas japonesas a objetos occidentales y especialmente de uso religioso.
La llegada de los portugueses se produce en 1542 y la época floreciente del comercio se liga a los años 1580-1590, porque si bien la primera persecución contra los cristianos se inicia en 1587 y se incrementa a partir de 1614, el país no se cierra a Occidente hasta 1644. Por tanto estas obras deben fecharse en los finales del siglo XVI.
Se datan durante el período Momoyama (1573-1615) en el cual se produce un tránsito desde la época medieval japonesa a una nueva concepción del arte y en especial del lacado. La novedad reside en la creación de motivos florales y zarcillos entrelazados. No es un arte exclusivamente autóctono, sino que el recuerdo chino es patente tanto en el origen como en el intento de competir con las porcelanas Ming. Actualmente el arte namban cristiano goza de muy alta estima, debido principalmente a la destrucción masiva de piezas que se produjo en Japón durante las persecuciones habidas en los inicios del siglo XVII.
La presencia de estos dos atriles en Medina del Campo tiene su lógica. Conviene recordar que los jesuitas, y más concretamente San Francisco Javier, llegaron a Japón en 1549, por tanto es comprensible que algún misionero trajera el atril del "IHS" al convento medinense. Lo mismo ocurre con el atril del convento de agustinas, porque tradicionalmente sus capellanes proceden de los agustinos-filipinos, orden pionera en Oriente y especialmente en Filipinas, aunque su presencia en Japón fue corta en el tiempo y peligrosa por las persecuciones.
José Manuel Casado Paramio